Una posible opción para aumentar las fuerzas de impacto es correr o caminar cuesta abajo, ya que incrementamos las fuerzas de reacción del suelo. Una pendiente del 9 % incrementa la fuerza de reacción en un 35 % (Franz, Lyddon y Kram, 2012). Pero este no va a ser solo el motivo por el que correr cuesta abajo estimula la osteogénesis, ya que este tipo de ejercicio implica además contracciones excéntricas.
Los agentes bioquímicos transportados en la sangre estimulan la producción de hueso, como es la interleukina 15 (IL-15) producida por los músculos, y altas concentraciones de IL-15 están asociadas con un incremento de la BMD (Brotto y Johnson, 2014). La miostatina es un factor de crecimiento que inhibe el crecimiento muscular. La supresión de la miostatina incrementa no solo la masa muscular, sino también la masa ósea (Brotto y Johnson,14 2014). Esto significa que el entrenamiento de fuerza que ocasiona un descenso en la miostatina incrementa la formación por fenómenos bioquímicos. Vemos por lo tanto que correr o caminar cuesta abajo implica acciones excéntricas, alejando las inserciones musculares mientras este se contrae, es decir, el músculo atenúa o disminuye el estiramiento.
Las hipótesis de por qué las contracciones excéntricas mejoran la BMD son (Boudenot et al., 2015):
1. Mecánicamente: movilizan mayores cargas de trabajo que las contracciones concéntricas permitiendo un cambio en el flujo de fluidos en los canales óseos.
2. Químicamente: aumento de la concentración de IL-15 y un descenso de la miostatina.
La forma, resistencia y rigidez de un hueso, estarán directamente relacionadas con la cantidad de trabajo (estímulo/carga) que ese hueso soporta habitualmente.
Desadaptaciones óseas
Los efectos del desentrenamiento o la ausencia de estímulo son mucho mayores que los de la carga de trabajo (Kjaer et al., 2015). La salud y supervivencia de los osteocitos dependen del constante uso del esqueleto. La masa ósea ganada con el entrenamiento se perderá tras el desentrenamiento, por lo que el estímulo debe continuar para mantener lo ganado (Dalsky, 1989).
* La inmovilización de una parte o de todo el cuerpo aumenta la resorción ósea, y la pérdida ósea posterior, reduciendo en un 0.1 % por semana el contenido mineral óseo.
* En cuatro meses se puede perder un 8.3 % de la masa ósea mineral (Edwards, Schnitzer y Troy, 2014). Aunque la total inmovilización puede producir pérdidas de entre el 30-40 % (Kjaer et al., 2015).
* Los responsables de estas pérdidas son tanto la reducción del espesor cortical, con pérdidas de entre un 20-40 % (Lee, Shapiro y Bell, 1997), como reducciones del 14 % de la densidad trabecular (Frey-Rindova, de Bruin, Stussi, Dambacher y Dietz, 2000).
* Durante viajes espaciales se han obtenidos descensos de la densidad trabecular de un 4 % en las vértebras lumbrales y de un 12 % en el fémur (Lang et al., 2004).
* El reposo absoluto incrementará la resorción ósea y disminuirá el contenido mineral en torno a un 0.4 %, aumentando hasta entre un 4 y un 7 % en aquellos huesos que habitualmente soportan más peso.
* El aumento del trabajo del sistema locomotor provocado por el aumento de cargas incrementa el grosor y el contenido mineral.
Desadaptaciones óseas: Densidad ósea
De los diferentes estudios que han analizado la densidad ósea podemos concluir:
* La práctica de deportes de carrera de resistencia (maratón, campo a través) produce un incremento del mineral óseo en las extremidades, siendo más eficiente si se realiza cuesta abajo (contracciones excéntricas) y con periodos de recuperación.
* Las adaptaciones son impulsadas por cargas dinámicas más que por cargas estáticas (Turner, 1998).
* Solo un corto periodo de tiempo es necesario para estimular el proceso de adaptación, un incremento del tiempo no está acompañado por un incremento proporcional de la masa ósea (Turner, 1998).
*Periodos cortos de ejercicio, con una magnitud suficiente y con periodos de recuperación entre ellos, muestran una mayor actividad osteogénica que sesiones con un solo estímulo sostenido (Burr et al., 2002).
*Las células óseas parecen acomodarse a las cargas mecánicas habituales (Turner, 1998).
* Tanto las contracciones musculares como las fuerzas de reacción del suelo proporcionan una carga mecánica que influencia el desarrollo óseo (Klentrou, 2016).
* Los halterófilos olímpicos muestran un 50 % más de mineral óseo en comparación con lanzadores o corredores en las extremidades inferiores.
* En todos aquellos deportes que se realizan predominantemente con un miembro (tenis, bádminton, béisbol) la masa ósea del miembro dominante es entre un 2-15 % mayor en contenido mineral. En la actualidad estas adaptaciones son muy importantes, ya que se ha establecido una clara relación entre la práctica de actividad física y actividades de impacto antes de los 20 años y la posibilidad de sufrir osteoporosis.
Bibliografía:
Apuntes de Kinesiología: Fisiología del Ejercicio.
Apuntes de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte.
Artículos para consultar sobre adaptaciones óseas con el ejercicio físico. (vid.)
No hay comentarios:
Publicar un comentario