Decir que “el ejercicio es terapéutico” sin contextualización es tan redundante como decir que “el agua moja”



Resumen


El término “ejercicio terapéutico” ha ganado popularidad en contextos como el de la fisioterapia y rehabilitación, como una forma de describir el uso del ejercicio con fines "recuperadores" o "sanitarios". Sin embargo, su uso indiscriminado ha generado confusión conceptual. En muchos casos, se asume erróneamente que ciertas formas de ejercicio son intrínsecamente terapéuticas o, por el contrario, potencialmente nocivas, incluso puede parecer pensar que son una competencia inherente y exclusiva de dichos colectivos . Esta simplificación ignora un aspecto fundamental: el ejercicio no posee cualidades terapéuticas ni perjudiciales por sí mismo ni son competencia exclusiva de profesiones sanitarias.


Este artículo propone una revisión conceptual basada en el principio de adaptabilidad. Desde esta perspectiva, el ejercicio debe entenderse como una herramienta funcional cuyo efecto depende del contexto, la dosificación (componentes de la cargay la persona que lo realiza. El potencial terapéutico del ejercicio no radica en su esencia, sino en su aplicación racional y ajustada a las necesidades del individuo. Por tanto, no es el ejercicio lo que es terapéutico, sino el proceso mediante el cual se selecciona, adapta y dosifica con dicha intención.


En lugar de continuar reforzando etiquetas confusas, se propone adoptar el término “ejercicio adaptado”, que refleja con mayor precisión el carácter contextual y dinámico del movimiento aplicado a la salud. Esta mirada no solo aporta mayor claridad conceptual, sino que favorece una práctica más rigurosa, centrada en la individualización y en el criterio profesional de los mayores especialistas en ejercicio físico, los graduados o licenciados en Ciencias de la Actividad Física y del Deporte. 


Introducción


En los ámbitos de la fisioterapia y la rehabilitación, se ha institucionalizado el uso del término ejercicio terapéutico para diferenciar ciertos protocolos de movimiento del ejercicio convencional orientado a fines estéticos, recreativos o deportivos. Este concepto se emplea comúnmente para describir intervenciones destinadas a restaurar la función, reducir el dolor o mejorar la calidad de vida. Sin embargo, esta categorización ha generado una confusión semántica importante, ya que se ha llegado a asumir que ciertos ejercicios “son” terapéuticos por sí mismos, lo cual constituye una simplificación errónea.  (Kisner & Colby, 2017).


Ni el ejercicio es terapéutico por naturaleza, ni es nocivo intrínsecamente; su efecto depende del quién, cómo, cuándo y para qué se aplique. En este sentido, el ejercicio debe entenderse como una herramienta funcional y adaptativa, cuyo valor terapéutico reside en su aplicación racional, dosificada y ajustada a las necesidades individuales de cada persona (Sherrington et al., 2019; Pedersen & Saltin, 2015).


Además, el ejercicio es un instrumento fundamental en la prevención de enfermedades y una herramienta terapéutica clave en el manejo de enfermedades crónicas diagnosticadas. Por ello, su prescripción debe realizarse de forma adecuada, bajo indicación médica y a través de educadores físico-deportivos colegiados, garantizando así su seguridad y eficacia. (American College of Sports Medicine [ACSM], 2022; Warburton & Bredin, 2017).


Por lo tanto, en lugar de considerar el ejercicio como inherentemente terapéutico, es más preciso conceptualizarlo como ejercicio adaptado, que refleja el carácter contextual, dinámico y personalizado del movimiento aplicado a la mejora de la salud del cliente / paciente. Esta visión favorece una práctica rigurosa, centrada en la individualización y en el criterio profesional, que optimiza los beneficios del ejercicio tanto en la prevención como en el tratamiento de diversas patologías.


El ejercicio no es terapéutico ni perjudicial por naturaleza


El ejercicio no posee una cualidad terapéutica intrínseca; su efecto sobre el organismo puede ser beneficioso, neutro o incluso perjudicial, dependiendo de múltiples variables. Entre estas se encuentran la persona que lo realiza, el estado funcional de su sistema musculoesquelético, el momento del proceso de recuperación en que se encuentra, la dosificación, el control técnico y el objetivo buscado. Por tanto, etiquetar de forma absoluta a una determinada rutina como terapéutica es, en el mejor de los casos, impreciso y simplista.


En otras palabras, afirmar que “el ejercicio es terapéutico” sin contextualización es tan redundante como decir que “el agua moja”: una verdad obvia que no aporta rigor al razonamiento científico. Asimismo, considerar que el ejercicio es inherentemente peligroso en presencia de dolor o patología también es un error conceptual frecuente. El ejercicio puede volverse perjudicial cuando está mal prescrito, mal ejecutado o mal dosificado, pero no lo es por sí mismo.


Por ejemplo, en pacientes con hernia discal lumbar, estudios como los de Smith et al. (2014) demuestran que el ejercicio adaptado y supervisado puede mejorar el dolor y la función; sin embargo, ejercicios mal seleccionados o realizados sin control pueden agravar la sintomatología. De manera similar, en enfermedades crónicas como la diabetes tipo 2, el ejercicio regular y dosificado contribuye a mejorar la sensibilidad a la insulina y el control metabólico (Colberg et al., 2016), pero la falta de adaptación puede poner en riesgo la integridad física del paciente.


De forma similar a un fármaco, el efecto del ejercicio depende de la dosis, el momento de aplicación y la indicación precisa. Por ello, es fundamental entender el ejercicio como una herramienta adaptable, cuyo valor terapéutico emerge únicamente cuando se ajusta cuidadosamente a las condiciones y necesidades individuales del paciente. Esta visión está respaldada por las guías clínicas internacionales, como las publicadas por la American College of Sports Medicine (ACSM, 2022), que recomiendan la prescripción individualizada para maximizar beneficios y minimizar riesgos.


¿Por qué se sigue utilizando el término “ejercicio terapéutico”?


El término “ejercicio terapéutico” persiste en el ámbito de los profesionales sanitarios como una necesidad práctica de clasificación y diferenciación. Aunque, como hemos dícho, el ejercicio no posee propiedades terapéuticas por sí mismo, esta expresión se utiliza para referirse al movimiento dosificado y adaptado a objetivos específicos como la recuperación funcional, la reducción del dolor o la prevención de patologías. La etiqueta “terapéutico” no describe la esencia del ejercicio, sino el contexto en el que se aplica y el propósito con el que se prescribe y estos no son exclusivos ni del ámbito sanitario ni del personal que lo forma.


Este uso responde más a una lógica organizativa del sistema sanitario que a un criterio técnico del ejercicio físico. En muchos países, el ejercicio con fines clínicos se gestiona desde profesiones sanitarias como la fisioterapia o la medicina física y rehabilitación, lo cual genera una barrera estructural entre los entornos sanitarios y los profesionales del ejercicio, como los educadores físico-deportivos en el caso de España. A pesar de que estos últimos son los verdaderos especialistas en el diseño, dosificación y progresión del ejercicio, su rol ha sido históricamente limitado en el ámbito sanitario debido a normativas, competencias legales y estructuras institucionales que priorizan el acto sanitario sobre el competencial.


En este contexto, el término “ejercicio terapéutico” funciona como una convención operativa dentro del lenguaje clínico. Sirve para distinguir el ejercicio aplicado con fines sanitarios del orientado al rendimiento, la estética o el ocio, pero no implica una naturaleza esencial distinta. Es decir, el mismo patrón de movimiento puede tener un valor preventivo, rehabilitador o estético, según quién lo aplique, cómo, a quién, y con qué objetivos.


Por ello, resulta más preciso y coherente hablar de ejercicio adaptado, y reconocer que su eficacia terapéutica depende de la capacidad del profesional para individualizar su aplicación. Esta distinción conceptual favorece un abordaje interdisciplinar, donde el ejercicio se entiende como un medio funcional con potencial terapéutico, siempre que se prescriba con criterios técnicos, científicos y humanos adecuados independientemente de si el profesional está reconocido en el ámbito de la sanidad o no.


Propuesta conceptual: ejercicio adaptado


Un enfoque más preciso, clínicamente relevante y científicamente coherente consiste en sustituir el término "ejercicio terapéutico" por el de ejercicio adaptadoEste concepto reconoce que cualquier forma de ejercicio —ya sea entrenamiento de fuerza, movilidad, control motor, resistencia o coordinación— puede adquirir valor terapéutico si se adapta a las capacidades físicas, sintomatología, contexto y objetivos individuales de la persona.


Desde esta perspectiva, no es el ejercicio en sí mismo el que tiene propiedades terapéuticas, sino su aplicación ajustada, que incluye una correcta dosificación, progresión y supervisión por educadores fisico-deportivos. Por tanto, una misma pauta de movimiento puede ser eficaz en la mejora del dolor lumbar, la prevención de caídas o el control glucémico en función de cómo, cuándo y para quién se prescribe. Esta visión evita las simplificaciones y se alinea con los enfoques contemporáneos de medicina basada en la función, la salud activa y la autorregulación del movimiento (Booth et al., 2012; Jack et al., 2010).


El concepto de ejercicio adaptado también resulta más riguroso desde un punto de vista profesional, ya que enfatiza el papel del diseño técnico y personalizado por parte de profesionales cualificados. En este sentido, los educadores físico-deportivos colegiados son los profesionales con la formación específica en Ciencias de la Actividad física y del deporte que les capacita para programar y supervisar intervenciones adaptadas, tanto en poblaciones sanas como en personas con patologías crónicas o necesidades especiales (Consejo COLEF, 2022).


Esta visión está respaldada por evidencias científicas que destacan los efectos positivos del ejercicio correctamente adaptado en diversas condiciones clínicas: desde enfermedades musculoesqueléticas como la osteoartritis o las hernias discales (Fransen et al., 2015), hasta enfermedades metabólicas como la diabetes tipo 2 (Colberg et al., 2016) y trastornos mentales comunes como la depresión (Schuch et al., 2016).


Además, al integrar factores psicosociales, funcionales y contextuales, el enfoque de ejercicio adaptado se alinea con el modelo biopsicosocial de salud, facilitando intervenciones más eficaces, seguras y sostenibles en el tiempo. En lugar de etiquetar el ejercicio como "terapéutico" por defecto, este enfoque reconoce su verdadero potencial cuando se convierte en una herramienta individualizada y basada en criterios científicos y técnicos de acuerdo a las Ciencas de la Actividad Física y del Deporte. 


Referencias

  • American College of Sports Medicine. (2022). ACSM’s guidelines for exercise testing and prescription (11th ed.). Wolters Kluwer.
  • Booth, F. W., Roberts, C. K., & Laye, M. J. (2012). Lack of exercise is a major cause of chronic diseases. Comprehensive Physiology, 2(2), 1143–1211. https://doi.org/10.1002/cphy.c110025
  • Colberg, S. R., Sigal, R. J., Fernhall, B., Regensteiner, J. G., Blissmer, B. J., Rubin, R. R., ... & Braun, B. (2016). Exercise and type 2 diabetes: The American College of Sports Medicine and the American Diabetes Association joint position statement. Diabetes Care, 39(11), 2065–2079. https://doi.org/10.2337/dc16-1728
  • Consejo COLEF. (2022). Documentación sobre competencias profesionales del educador físico deportivo. https://www.consejo-colef.es/post/competencias-conclusiones-up
  • Fransen, M., McConnell, S., Harmer, A. R., Van der Esch, M., Simic, M., & Bennell, K. L. (2015). Exercise for osteoarthritis of the knee: A Cochrane systematic review. British Journal of Sports Medicine, 49(24), 1554–1557. https://doi.org/10.1136/bjsports-2015-095424
  • Jack, K., McLean, S. M., Moffett, J. K., & Gardiner, E. (2010). Barriers to treatment adherence in physiotherapy outpatient clinics: A systematic review. Manual Therapy, 15(3), 220–228. https://doi.org/10.1016/j.math.2009.12.004
  • Kisner, C., & Colby, L. A. (2017). Therapeutic exercise: Foundations and techniques (7th ed.). F.A. Davis Company.
  • Pedersen, B. K., & Saltin, B. (2015). Exercise as medicine – Evidence for prescribing exercise as therapy in 26 different chronic diseases. Scandinavian Journal of Medicine & Science in Sports, 25(S3), 1–72. https://doi.org/10.1111/sms.12581
  • Sallis, R., Young, D., Tartof, S., Sallis, J., Sall, J., Li, Q., & Smith, G. (2020). Physical inactivity is associated with a higher risk for severe COVID-19 outcomes: A study in 48,440 adult patients. British Journal of Sports Medicine, 55(19), 1099–1105. https://doi.org/10.1136/bjsports-2020-102215
  • Schuch, F. B., Vancampfort, D., Richards, J., Rosenbaum, S., Ward, P. B., & Stubbs, B. (2016). Exercise as a treatment for depression: A meta-analysis adjusting for publication bias. Journal of Psychiatric Research, 77, 42–51. https://doi.org/10.1016/j.jpsychires.2016.02.023
  • Sherrington, C., Fairhall, N., Kwok, W., Wallbank, G., Tiedemann, A., Michaleff, Z., Howard, K., Clemson, L., Hopewell, S., & Lord, S. (2019). Evidence on physical activity and falls prevention for people aged 65+ years: A systematic review to inform the WHO guidelines on physical activity and sedentary behaviour. International Journal of Behavioral Nutrition and Physical Activity, 16(1), 1–28. Recuperado de https://ijbnpa.biomedcentral.com/articles/10.1186/s12966-020-01041-3
  • Warburton, D. E. R., & Bredin, S. S. D. (2017). Health benefits of physical activity: A systematic review of current systematic reviews. Current Opinion in Cardiology, 32(5), 541–556. https://doi.org/10.1097/HCO.0000000000000437





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