Aquí el mío y que no resultó ganador:
EL ÚLTIMO CAUCE
El Ara corría a mi lado, y su murmullo ahogaba el eco de mi suspiro. Años de silencio se reflejaban en sus frías aguas. Caminaba junto a él, no buscando un destino, sino a mí misma, arrastrada por la corriente de mis pensamientos.
El sol asomaba por Morillo y teñía el agua con su luz dorada. Apoyé la mano en una roca húmeda, sintiendo cómo la fría superficie se fundía con la calidez del día. Observé las hojas arrastradas por la corriente, como sombras perdidas en el tiempo y anhelaba ser fuerte, sin esperar manos que me levantaran.
Entonces, lo vi, entre chopos, al otro lado del río. El tiempo había dejado su huella, surcos que la piel ya no olvidaba, pero en sus ojos aún brillaba aquel resplandor, cálido y eterno. Me miraba con esa sonrisa que un día iluminó nuestra adolescencia. Habían pasado décadas, heridas calladas, silencios no nombrados, pero el amor, ese amor que creí perdido, había resistido la tormenta del tiempo.
No hubo palabras, solo un abrazo que lo dijo todo, como la corriente del río que habla en su silencio. Me envolvió con la calidez de antaño, como el agua que acaricia la orilla, como si los silencios y distancias nunca hubieran existido, tal como el río que, aunque cambia su cauce, siempre regresa a su origen.
Y comprendí que mi triunfo no fue soportar el dolor causado, sino atreverme a cruzar para ser perdonada y renacer en su abrazo.
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