Lo que la gente ve vs. lo que realmente es: Ser maestro de artes marciales en el siglo XXI


En un mundo dominado por las apariencias y las redes sociales, es fácil caer en la trampa de creer que el éxito se mide por lo que se muestra. En el caso de un maestro de artes marciales, esta ilusión es especialmente común. La imagen proyectada desde el exterior suele ser impactante: cinturones de alto grado, técnicas espectaculares, viajes internacionales, aplausos y reconocimiento. Pero lo que muchos no ven es el iceberg oculto bajo la superficie: el verdadero precio de la maestría.


Lo que la gente ve

Cuando alguien observa a un maestro de artes marciales, lo que suele percibir es el resultado final de años —de décadas — de esfuerzo. Se ven habilidades refinadas, demostraciones espectaculares, diplomas colgados en la pared, y una figura segura de sí misma, rodeada de respeto. También se asocia a menudo con un estilo de vida idealizado: viajes a Japón, seminarios internacionales, entrevistas en medios, regalos de estudiantes, una comunidad creciente, buenos ingresos y reputación.

En esta narrativa, el maestro parece haber alcanzado una cima admirada por muchos. Sin embargo, este es solo el pico del iceberg.


Lo que la gente ve:

  • Habilidad para combatir.
  • Demostraciones espectaculares.
  • Diplomas y cinturones.
  • Seguridad.
  • Autoridad.
  • Carisma.
  • Técnicas impactantes.
  • Viajar por el mundo.
  • Lecciones privadas con maestros japoneses.
  • Dirección de seminarios en el extranjero.
  • Comida japonesa.
  • Asistencia a cursos y congresos.
  • Conocer gente nueva.
  • Enseñar a otros.
  • Dinero.
  • Un buen coche.
  • Armas japonesas.
  • Un buen teléfono.
  • Ropa de entrenamiento de alta calidad.
  • Regalos de padres y alumnos.
  • Mejora del negocio.
  • Cada vez más alumnos.
  • Entrevistas en periódicos y revistas.
  • Contactos profesionales.
  • Aplausos.
  • Etc.


Lo que no se ve

Bajo esa imagen pulida, hay una historia muy distinta. Una historia de disciplina y sacrificios.

Ser maestro de artes marciales implica asistir a innumerables cursos, invertir en formación continua, organizar seminarios para otros, y asumir riesgos personales y económicos para hacer crecer un negocio. Significa lidiar con lesiones, fatiga crónica, dudas existenciales, y un sinfín de horas dedicadas a la planificación de clases, diseño de programas y mejora constante. También están las noches sin dormir, las críticas internas y externas, los conflictos políticos dentro de la comunidad marcial, la gestión administrativa y el desafío constante de encontrar y mantener alumnos.

Todo esto se hace, muchas veces, en silencio.

Y más allá del cuerpo, se entrena el carácter, objetivo final en la práctica del Budo. La paciencia, el liderazgo, la humildad y la capacidad de ser mentor no se enseñan en los tatamis, sino que se forjan en los momentos más duros del camino.


Lo que la gente no ve:

  • Asistir a innumerables cursos de formación.
  • Organizar cursos para otros maestros.
  • Aceptar riesgos para hacer crecer el negocio.
  • Años de formación con diferentes maestros.
  • Estudiar teoría del deporte.
  • Dedicación y tiempo invertido.
  • Dudas e incertidumbre.
  • Gastos en viajes y mejor equipamiento.
  • Inversión constante en material para los alumnos.
  • Pagar cuentas de la empresa.
  • Buscar y encontrar nuevos alumnos.
  • Sacrificar tiempo con la familia.
  • Planificar clases semanales, anuales y a largo plazo.
  • Horas de preparación física y teórica.
  • Críticas de alumnos que no están preparados para hacerlas.
  • Críticas de otros maestros que sienten su espacio "ocupado".
  • Política y gestión deportiva.
  • Entrenamiento personalizado e interminable.
  • Fracaso y superación constante.
  • Desarrollo mental profundo.
  • Fortalecimiento físico planificado.
  • Disciplina y autocontrol diario.
  • Asesorar y ayudar a otros instructores.
  • Ser guía y consejero fuera del tatami.
  • Prevención y recuperación de lesiones.
  • Adaptabilidad constante al cambio.
  • Amor por lo que se hace, a pesar del esfuerzo y sacrificio.
  • Pago de monitores a tu cargo.
  • Críticas de personas que no tienen la formación suficiente.
  • Alumnos rémora. Hipócritas que creen que no te das cuenta de lo que son. 
  • Etc.


El iceberg del maestro

Esta comparación entre lo que se ve y lo que no se ve podría representarse perfectamente con la imagen de un iceberg. Lo que emerge sobre el agua —las habilidades, los títulos, la autoridad— es solo una pequeña parte del todo. Debajo, oculto pero esencial, está el esfuerzo que sostiene toda esa estructura.

El error común es pensar que la visibilidad es igual al valor. Pero en las artes marciales, como en la vida, el verdadero valor está en lo que se hace cuando nadie te aplaude. En los momentos solitarios de entrenamiento, en las decisiones difíciles, y en la constancia cuando no hay resultados inmediatos.

Ser maestro de artes marciales en el siglo XXI no es solo una cuestión de técnica. Es una vida de entrega total a una filosofía, y sobre todo un camino de crecimiento personal. Es entender que el verdadero reconocimiento no está en los aplausos, diplomas y alagos, sino en la transformación que logras en ti y en los demás.

Así que, la próxima vez que veas a un maestro dar una clase, hacer una demostración o recibir un reconocimiento, recuerda: lo que estás viendo es solo una pequeña parte de lo que ha vivido para llegar allí. 


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